La cuestión de la identidad sexuada o, si se prefiere, sexual es doblemente compleja por los propios términos que la componen. Por un lado, la identidad, pues a pesar de las aproximaciones significativas que existen, todavía hay más terreno ignorado que conocido. Por el otro lado, la cuestión del sexo, por ser un concepto de enorme densidad, como bios, psique o anthropos, al menos, cuando se lo toma con la hondura necesaria.

Ruidos

No obstante, cuando la densidad del sexo se reduce a categoría, club, patrón cromosómico, órgano o microestructura cerebral y la complejidad identitaria se reduce al pronunciamiento sobre ello, es obvio que la cuestión se cierra rápidamente. Mal, pero rápido. Y es cierto que, bajo un criterio de operatividad, se podría dar por bueno que cuando la identidad sexuada no da excesivo ruido, en el sentido de que apenas hay conflictos en torno a ello, tal y como sucede en la inmensa mayoría de la población, el asunto puede zanjarse sin mayores complicaciones conceptuales ni procedimentales. No es lo más deseable, pues no deja de ser un planteamiento alejado de la realidad y de la diversidad de los individuos, pero puede hacerse sin mayores consecuencias para la población.

La situación cambia, sin embargo, cuando existen ruidos, dudas, atascos significativos o simplemente sorpresas respecto a la identidad sexuada. Por ejemplo, cuando algún chico o chica comenta sobre su vida algo que no era lo previsto con respecto al sexo o su peculiar modo sexuado a través del cual se va encontrando más a gusto. Es entonces cuando manejar ideas simplistas o rudimentarias sobre el sexo no viene bien. No sólo no viene bien, sino que por lo general viene mal. La experiencia de vida de estas personas corre gran riesgo de comenzar a deteriorarse y problematizarse. Esta población crece cada año y, por ejemplo, en algunos lugares ya se reportan porcentajes cercanos al 5% de la población adolescente.

Posibilidades

Es altamente probable que los profesionales de la intervención socioeducativa trabajen en algún momento con esta población. Bien por tratarse de un proyecto específicamente dirigido a ella, bien porque participen en otros espacios (centro joven, programa en medio abierto, ludoteca, etc.) y deben poder dar una respuesta ajustada. En la actualidad existen principalmente dos enfoques en pugna. Por un lado, el clínico, sustentado en una unidad diagnóstica (Incongruencia de género en la adolescencia y adultez, en la última nomenclatura del CIE-11). Y, por el otro, el llamado enfoque afirmativo, muy adscrito al activismo, sustentado en el consentimiento informado.

Desde la sexología que trabajamos en Incisex disponemos de una alternativa a ambos enfoques. Una alternativa que se ajusta bien a la fundamentación y metodología de los profesionales de la intervención socioeducativa. Profesionales con quienes se comparten cuestiones como proceso, biografía, diversidad, relación, participación, etc. A lo largo de las clases del experto, presentaremos y trabajaremos con esta perspectiva sexológica de la identidad sexuada y que afecta a todo individuo. Así como apuntaremos vías de trabajo posible cuando esta, la identidad sexuada, crea algún tipo de tensión bien en el propio individuo, bien en su contexto más inmediato.

La cuestión de la identidad sexuada, por Samuel Díez Arrese.

Samuel es sexólogo, profesor del Máster de Sexología de Incisex, co-coordinador del programa de sexología avanzada y del programa de prácticas del Incisex. Asimismo, coordina el programa de revisión de consultas de sexología y dirige el grupo de estudio y trabajo “Infancia, familia y (tran)sexualidad”. En el título de Experto en Sexología aplicada a la intervención social y educativa de la Universidad Pablo de Olavide imparte la asignatura de “Sexología evolutiva”.

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