Entrevistamos a Juan Blanco, director académico del Título Experto en Sexología aplicada a la intervención social y educativa, de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla).
Juan es Doctor en Intervención Social por la Universidad Pablo de Olavide, en la que actualmente es Profesor en el Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales en los Grados de Educación Social, Trabajo Social y Sociología. Es miembro de la Red LIEES y del Grupo de Investigación Acción Participativa.
P: En el curso de verano “Sexualidades e intervención socio-educativa” de Olavide en Carmona, indicabas que el propio concepto de intervención genera desigualdad. ¿Esto implica que se parte siempre de una relación jerarquizada?
R: Este elemento se da más en el ámbito social que en el educativo porque se piensa como un derecho y un deber que todos y todas tenemos. Sin embargo, la intervención social, normalmente basada en la detección de necesidades, no se piensa como un derecho. Es algo que “afecta” a un grupo, un colectivo que el resto de la sociedad señala y en el que se detectan unas “dificultades” que lo separan o impiden que se incorpore a la sociedad normalizada. En la práctica, lo que esto supone es señalar claramente un “nosotros” y un “ellos”.
Si reflexionamos sobre este tema, nos daremos cuenta que la mayor estructura y organización de intervención que existe en nuestras sociedades es el sistema educativo. Es curioso, porque nunca lo pensamos como “actor interventor”, precisamente, por estar destinado a la totalidad. Es más, si yo pienso en una “intervención educativa” no la pienso para el conjunto, señalo un grupo e incido en él. Decido que hay unos “normales” y a partir de ahí fijo el modelo al que aspiro e intento que esos otros se adecuen y accedan a esa “normalidad”. De esta forma se vuelve a reproducir ese modelo que identifica un “nosotros” y un “ellos”.
P: ¿Un “nosotros” que actúa sobre un “ellos” implica, entonces, hacerlo desde una concepción paternalista? ¿Es posible superar esta concepción en el acompañamiento social y educativo?
R: Esta pregunta no tiene una respuesta fácil y simple. Es difícil cambiar una concepción tan generalizada, pero, al menos, haciéndonos la pregunta cuestionamos el concepto, eso ya es un comienzo.
Lo importante siempre son las preguntas, no tanto las respuestas. Las preguntas ayudan a ver los problemas y, por lo tanto, a no dar por buenas cosas que hemos interiorizado y normalizado, que pueden generar más desigualdades que equidades. Preguntarnos hace que cuestionemos los significados aceptados socialmente, pero que, en la práctica, esconden elementos de superioridad entre interventores e intervenidos, que generan dependencias y jerarquías, dificultando la relación de acompañamiento y protección.
Te cuento una anécdota, una becaria de colaboración de la Residencia Universitaria Flora Tristán, de etnia Gitana, fue a desempeñar sus labores a un colegio con una alta tasa de población gitana. Una de las niñas al ver su aspecto físico le preguntó: “pero, ¿tú que eres maestra o gitana?”. Estaba claro que esa niña había asumido el nosotros y el ellos, y las relaciones de poder que en esa dicotomía se entretejían.
Cuando pensamos en intervención, rara vez lo pensamos en algo que tenga que ver con nosotros, los «normales».
En definitiva, cuando pensamos en intervención, es decir, en una acción o proceso que pretende generar cambios al detectarse una necesidad o un problema, rara vez lo pensamos en algo que tenga que ver con nosotros, “los normales”, los comunes. Siempre lo pensamos para un colectivo al que señalamos como “diferentes”, los otros. Esto supone no considerarlos como parte de la ciudadanía de pleno derecho, capacitada, las convertimos en personas “necesitadas” …
¿Cuál es el camino o la solución? Para mí, generar debate y pensamiento crítico. Quienes estamos en el mundo de la intervención pocas veces nos paramos a “pensar” en la intervención como concepto. Esto resulta imprescindible si queremos huir de las prácticas asistencialistas o paternalistas como tú planteabas.
P: Desde tu dilatada experiencia en la potenciación y desarrollo de procesos comunitarios, ¿qué consideras que puede aportar la sexología en la mejora de dichos procesos?
R: Lo “sexual” en nuestra sociedad es, a la vez, algo que está en todas partes y algo que se niega sistemáticamente. Todo a nuestro alrededor “huele a sexo” pero, al mismo tiempo, se esconde y se niega en cuanto se sale de los valores normativos. Un modelo que define unos cuerpos determinados que tendrán acceso a una “sexualidad buena” o “correcta”, con unas prácticas determinadas, y que, en muchos casos, corresponden con lo que vemos asociado a los sujetos “normales”, a aquellos que tienen acceso a los derechos de ciudadanía.
Incorporar la sexología a la intervención es un elemento que ayuda a concebir a la gente con la que intervenimos como parte de un nosotros común, pues el hecho sexual es inherente a la condición humana. Además, tenemos que tener en cuenta que la forma en la que una sociedad gestiona el deseo, es un asunto político, social, si queremos, no es una mera vivencia personal, aunque se viva en lo personal. Es un constructo social en el que se han naturalizado unas prácticas y opciones concretas. Por esto, hacer ver la diversidad del hecho sexual ayuda a enfrentarnos a esta característica del ser humano como elemento que nos unifica en un nosotros común.
P: ¿Qué consideras que puede aportar el Experto en Sexología aplicada a la intervención social y educativa a estudiantes y profesionales de estos ámbitos?
Incorporar algunas claves propias de la Sexología en la intervención social y educativa, posibilitará hacernos nuevas preguntas.
Comprender el hecho sexual humano nos aporta una nueva mirada sobre los sujetos y permite salir de la mera prevención de riesgos. Incorporamos un elemento fundamental a la hora de afrontar el desarrollo personal, grupal y comunitario.
Nos puede ayudar a entender la sexualidad como otro ámbito en el que se generan desigualdades. Entenderla, también, como un elemento imprescindible a la hora de comprender los procesos de personas, grupos o comunidades para su propia emancipación.
Creo que este título aporta herramientas para la dinamización de grupos, asociaciones y entidades de diversidad sexual, por ejemplo. O para la inclusión del debate sobre sexualidad con personas y grupos a quienes, por sus características, se les ha negado su sexualidad.
Como decía al principio, creo que lo importante son las preguntas que nos hacemos. Por eso, incorporar algunas claves propias de la Sexología en la intervención social y educativa, posibilitará hacernos nuevas preguntas. Poner en cuestión el modelo actual, que genera más frustraciones y problemas que soluciones y vivencias enriquecedoras.
Más información: Título de Experto en Sexología aplicada a la intervención social y educativa